Para quienes no tienen idea de lo que reproduzco, un
artículo de opinión publicado en el periódico El Siglo, el 20 de enero de 1997,
fue mi respuesta a la entonces jueza de la Primera Cámara Penal del Distrito
Nacional, Miriam Germán Brito, hoy Procuradora General de la República y
anteriormente, miembro de la Suprema Corte de Justicia, quien, justo es
reconocerlo, está haciendo una excelente labor.
En ese momento, el de la publicación del trabajo, ella
había enviado una carta al director de El Siglo, Juan Manuel García, quejándose
de mis pronunciamientos en contra de la sentencia dictada contra Florián Félix,
en ese entonces el principal capo dominicano (supuestamente).
Reproduzco el artículo por considerarlo de interés
personal para mi lucha en contra de haber sido excluida de la lista de
beneficiarios a una pensión del CDP.
Nos ladran, Sancho, parece cabalgamos
Por Claudia Fernández
El delito del narcotráfico, considerado “crimen de lesa
humanidad” por la Organización de las Naciones Unidas, no es un juego de
ideologías como muchos pretenden, ni tampoco es algo para tomar a relajo. El narcotráfico
se asienta, aposenta, sienta raíces en República Dominicana a un grado tal, que
muchas fortunas hechas al amparo de este delito han sido lavadas, repartidas y
se encuentran circulando. Es por esto por lo que unos cuantos han abrazado la
lucha contra este flagelo como un estandarte, sin parar mientes en los
intereses que pueda afectar ni en los problemas que pueda causar, porque hay
que decirlo con propiedad, el narcotráfico hay que combatirlo con las armas que
sea y de la manera que sea.
Quizás muchos de los que enarbolan sus opiniones porque
se han sentido aludidos en una u otra forma, no han podido aquilatar en toda su
magnitud hacia dónde nos lleva este problema. Es muy probable, pensamos, que
muchas de esas personas que se ofenden porque en un momento dado se les critica
una decisión, no han vivido de cerca la problemática de las drogas y los
problemas que acarrea en el seno de la sociedad, porque para saber lo que es
esto, hay que vivirlo en carne propia.
Claro, muchos piensan que cuando no se presentan
evidencias físicas de la propiedad de la droga se está ante un evidente caso de
inocencia, máxime cuando se encuentran testigos y coacusados que declaran la “Vida
ejemplar” que ha llevado la persona acusada, pero esas son otras quinientas que
no quiero mencionar en este caso en particular.
La infalibilidad no es cualidad inherente a ningún ser
humano, todos nos equivocamos y erramos en un momento de nuestra vidas, eso
tampoco puede ser refutado, como también es cierto que las pasiones y el
abrazar causas que muchos tildan de perdidas, crean Quijotes sin caballo y sin Sancho,
que solo reciben la ira de quienes son tocados en un momento dado por la denuncia
que hacen muchos y que lamentablemente, es el comunicador el que se hace eco,
independientemente de sus creencias y actitudes, porque para eso nos contratan,
para informar.
Aunque muchos acusen , ataquen y contraataquen utilizando
alegatos que se caen de la mata al momento de “remeniarla”, como cuando se dice
que se deja de ser periodista para convertirse en “relacionadora pública” de
una fuente “en perjuicio de la otra.
Risa da esta situación, porque, a decir verdad, si así
fuera, esa “verdad de a puño” que enarbolan algunos, por lo menos la bonanza se
vería de alguna manera. Para ilustración de algunos y desdicha de otros, no
tengo casa propia (ahora sí porque mi hijo la pagó en 2010) pago
alquiler , no tengo vehículo (ni lo tengo todavía) utilizo el del periódico para
movilizarme porque trabajo a tiempo completo, no tengo lujos y lo que tengo, lo
he adquirido a crédito, pero eso no importa.
Muchas veces me he preguntado, ¿sabrán esas personas lo que
significa sentarse ante un féretro de un muchacho de vida, perdida por la
irresponsabilidad de un conductor endrogado? ¿Y del dolor e impotencia que embarga
al familiar en ese momento hasta dejarle los sentimientos secos y agotados de
la rabia que llena el cuerpo y no encuentra salida? Eso pasé el 24 de diciembre
de 1990. Creemos que muchos de los que truenan no han pasado por ese dolor y
esperamos que no lo pasen nunca.
¿Habrán tenido la oportunidad de vivir en un barrio y
observar cómo jóvenes que eran ejemplos de laboriosidad caen en las garras del vicio
de las drogas, convirtiéndose en guiñapos humano y el dolor de las madres, la destrucción
de familias mientras unos pocos prosperan y se ríen de su “obra? Lo dudamos.
¿Habrán tenido la oportunidad de que una madre se recueste
de su hombro y llorando a raudales les explique la situación por la que pasan
con un hijo drogadicto, en tanto los que se lucran del maldito vicio se pasean
por esas calles de Dios en lujosos automóviles y haciendo ostentación del
dinero mal habido? Lo dudamos
Pero no importa, Sancho, nos ladran, señal de que cabalgamos.
Y Sin copia para nadie.
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