Combinación letal: ASDE + EDEESTE= inoperancia total

 

Claudia Fernández

 

Parecería que tanto la
Alcaldía como la empresa energética se han combinado para hacer la vida de los
parroquianos del municipio más grande y floreciente del país en un verdadero
infierno.

 

Basura por aquí, basura por
allá. vertederos improvisados, eso es parte del odioso día a día que viven los
residentes de Santo Domingo Este, y si de apagones se trata, no hay ya nada qué
decir. Pero si te atrasas un día o te faltan dos pesos para completar el pago
de la factura…¡Ojo! te pueden suspender el servicio ¡por deuda! y te lo dicen
las propias cajeras con una tranquilidad que espanta. Si a esto sumamos el
servicio ¿de agua? Muy bien gracias.

 

De pandemónium, desastre,
inoperancia, negligencia, los calificativos no terminan para definir el
calvario de los moradores del municipio de mayor desarrollo en todos los
sentidos de todo el territorio nacional.

 

La situación que viven los
habitantes de Santo Domingo Este en cuanto a los principales servicios que
deben ofrecer las autoridades es desesperante. Mal ayudan al gobierno de Luis
Abinader estas autoridades, que más bien parece trabajan para el enemigo.

 

EDEESTE y el uso, abuso y
mal uso del poder

 

Pero si de cobrar de manera
compulsiva, bajo pena de corte inmediato, ni cortos ni perezosos, los
brigadistas llegan rápidamente para suspender el servicio, sin embargo, cuando
se reportan averías, hay que esperar de 48 a 72 horas a que solucionen el
problema, si es que lo solucionan.

 


El maltrato al usuario
llega a límites vergonzosos, en servicio al cliente, solo hay clientes, no
servicio. Las personas a las que los contribuyentes, que somos todos, pagamos
su salario, maltratan sin piedad a quienes van a buscar posibles soluciones a
sus problemas, con el agravante de que nunca los resuelven.

Apagones van y apagones
vienen, averías grandes y graves, como explosión de transformadores, caídas de
postes de luz carcomidos ya por el tiempo. Calles y avenidas mal alumbradas o a
oscuras, es el deprimente espectáculo que vive día tras día el ciudadano que
vive en este municipio, repito, el de mayor crecimiento, mayor desarrollo
social, económico, demográfico, industrial y el de más alto índice de fallos de
sus autoridades locales. ¿hasta cuándo? Parece que una maldición cayo sobre
esta demarcación, desde que fue creada la provincia Santo Domingo.


Peor gestión municipal de todos los tiempos

 

De fiasco, disparate, vergüenza, califican algunos residentes en Santo
Domingo Este la actual gestión del alcalde Manuel Jiménez, quien ha sido
calificado como el peor de los cuatro que han pasado por el gobierno municipal.

La situación, en cuanto a recogida de basura, no puede ser peor. Montones
de basura se acumulan en calles y callejones, calles sin asfaltar,
incumplimiento de las regulaciones municipales, abandono de parques y otros
lugares de recreación, ocupación de calles y aceras por negocios y negociantes,
construcciones hechas fuera de las regulaciones que plantea la ley, son solo
una pequeña muestra de la gestión de Manuel Jiménez.


La desfachatez ha llegado a límites increíbles, al querer, contra viento
y marea, construir un depósito de desechos sólidos en una zona protegida como
los humedales de los ríos Ozama e Isabela, quiere cambiar el nombre del
municipio y una serie de disparates más. Pero de cumplir con el trabajo par el
que fue electo, eso no. Jamás.


 


Y del servicio del agua… ¿Cuál agua, cuál servicio?

 

Si del servicio de agua hablamos, en Santo Domingo Este, nunca ha
existido,- mucho se hablo a finales de los 90´de la construcción del acueducto
Barrera de Salinidad, esta zona, antes de que se creara la provincia y el
municipio, hasta que en 2016, se inauguró la primera etapa, que no ha servido
para nada, ya quy la falta de agua es uno de los principales problemas de la
comunidad.

 

De 800 a mil 200 pesos hay que disponer para poder comprar un
camion-cisterna, pues en muy pocos lugares llega con regularidad. En este
municipio sí que es el preciado líquido, ya que hay que pagar para obtenerla y también
por el servicio que no llega. ¿En dónde estamos viviendo?, ¡por Dios!



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