De música urbana, representantes y tragedias

Recientemente, la sociedad dominicana fue estremecida con el horrible suceso de tres niños que intentando emular un video del ¿cantante?, ¿antivalor? o lo que sea, que se hace llamar El Alfa, se quemaron en el sector El Tamarindo, Santo Domingo Este.

Este adefesio que se hace llamar cantante urbano, cuyas grabaciones y videos se convierten en hits –a dónde hemos llegado– influyen de manera negativa en la juventud. alabanzas a la droga, a la violencia, al antifeminismo, a la autoridad en general, a los símbolos patrios, se une a otro engendro igual que él, Bad Bunny para hacer una elegía a la podredumbre social, que da al traste con una vida y deja dos en mal estado.

Horror, es la primera palabra que viene a la mente. Indignación, la segunda. ¿Cómo es posible que tres niños, en edades entre 10 y 13 años, no tengan control ni supervisión de  lo que ven, hacen, dicen o imitan de las redes sociales? Se podría argumentar que los padres trabajan, sí, pero eso no impide tener control de lo que sus hijos ven o acceden en las redes sociales.

Lo peor es la descomposición social que nos arropa, como sudario desde hace décadas. Los antivalores son los símbilos de esta sociedad posmodernista, que nos van arropando como sudarios en un féretro.

Lo peor es que quienes son los encargados de velar por el respeto y las buenas costumbres son tildados de retrógrados, desfasados y otros epítetos más, y para ponerle la tapa al pomo, recientemente El Alfa fue premiado, nada más y nada menos que por la Asociación de Cronistas de Arte (ACROARTE) con el máximo galardón artístico a esta porquería. ¡Sociedad, sociedad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!

En ese hecho tan terrible, ¿a quién se le cargan las culpas? Lo dejo de tarea.

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